El
Perú detesta a Manuel Burga, un personaje transversal a toda la sociedad
sin importar diferencias de ideología, credo o equipo de fútbol. Si algo
positivo une a los peruanos es la comida. Si algo negativo los reúne es
la aversión a Burga.
No
necesitamos analizar mucho. Para un peruano, cualquiera tiene todas las
cualidades para reemplazar a Manuel Burga, incluyendo a Tongo, Millet Figueroa
y cualquier político cuestionado.
¿Qué
sucedió esta vez que desató la algarabía colectiva?
El
comité electoral de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), presidido por un
personaje vinculado a Rodolfo Orellana y a PPK, decidió tachar la candidatura
de Burga.
Craso
error. La mafia de Orellana no es nada al lado de Burga, que representa a una
de las mafias mejor constituidas y poderosas del mundo, la FIFA. La respuesta
fue inmediata: Burga desactivó el comité electoral entero de la FPF.
¿Se
imagina el lector ahora cuántas portadas obtendrá el transversal Burga en el
periodismo político, deportivo y de espectáculos? Peor aun si hay indicios o
pruebas de su participación en algún delito. Más aun si fuera recluido en la
cárcel durante las investigaciones.
Todas
las desagradables realidades políticas y económicas desaparecerán tras esta
cortina perfecta, la desaceleración económica, la Comisión López Meneses, los
aportes de mineros ilegales a la pareja presidencial, los desayunos del Qali
Warma, el caso César Álvarez, el cuestionamiento al Fiscal de la Nación, el
propio caso Orellana. A muchos conviene la cortina.
Nada
impedirá al pueblo peruano disfrutar del fusilamiento público de Manuel Burga
ni soñar con la clasificación de Perú al Mundial de Rusia 2018.