jueves, 21 de febrero de 2019

SEÑALES


La vida te enseña a vivir momentos alegres y tristes, momentos complicados, trágicos, cuando surge este tipo de situaciones tratamos de buscar explicaciones que nunca encontramos.

Es en ese preciso momento que nos aferramos a interpretaciones que asumimos como señales.

El lunes 18 de febrero falleció mi mamá, en solo cuatro días nos dejó.

El martes 19 fue velada por quienes la amábamos y me entregaron sus cenizas en una urna.

El miércoles 20 ya estaba volando en un avión por motivos laborales que conscientemente decidí programar.

¿Por qué decidí viajar y trabajar?, no entendía aún la razón, me molestaba no perder ecuanimidad en una situación límite. Siempre le tuve mucho amor a mi madre, debería estar destruido pero ahí estaba viajando con mi mochila en los hombros, como en cada momento difícil de mi vida, esperando pacientemente una explicación.

Hoy, jueves 21 de enero de 2019 regreso a casa y fuerzo una sonrisa mientras observo la noche a través de la ventana del avión, ya de regreso a Lima.

¿Qué sucedió?

Era el segundo día de trabajo 11:11am y la persona que asesoraba a mitad de ruta decide visitar a su hermano, bajé de la camioneta  acompañándolo e ingrese a la casa, asentí con la cabeza en forma de saludo a las personas que se encontraban en esa casa, la mayoría mujeres ancianas, y la ví!

Un rostro de paz perfecto, la sonrisa infinita, una enorme réplica de la Virgen de Fatima de Portugal. 

Pregunté cómo había llegado, y resulta que era una imagen única que viajaba y tenía programadas muchas visitas a casas en diferentes lugares del Perú.

¿Qué hacía yo en Chiclayo ese día a esa hora de pie e inmóvil, abriendo al máximo los ojos, rezándole a la Virgen de Fátima?

Mire mi pulsera y tenía la misma imagen en un dije que había conseguido en el santuario de Fatima en Portugal, en mi viaje de bodas de octubre del 2017.

48 horas antes había velado a mi madre sosteniendo entre sus manos un rosario de la Virgen de Fátima que le trajimos con mi esposa, como obsequio de ese mismo viaje.  Un regalo que mi madre conservó hasta el final entre sus dedos.

Y ahí estaba parado, conmovido, sonriendo, apreciándola en su indescifrable esplendor, asimilando su mensaje de paz (aún sin entenderlo), era la madre de todas las madres María y Cristina juntas.

Fue en ese momento que encontré la explicación al viaje, la señal que necesitaba para calmar la pena, mi destino era llegar a esa casa y encontrarme con ella, mi madre.


Chiclayo, 21 de febrero de 2019 23:04